El 29 de octubre de 1950, Perón y Evita asisten a la ceremonia de clausura del Congreso Eucarístico en Rosario. El primer magistrado pronuncia una oración ante el altar erigido en el Parque Independencia: “Os doy gracias, Señor, porque habéis tenido a bien inspirarnos desde el fondo mismo de vuestro Evangelio una doctrina de justicia y de amor, y porque nos habéis ayudado a realizarla progresivamente en esta tierra y para este pueblo”.