El 3 de diciembre de 1954, en una clase de orientación en el Colegio Militar a oficiales del Ejército, dice el presidente de la Nación: “En los últimos acontecimientos de la historia vemos el triunfo de los países adoctrinados y el desbande y la derrota de los que no consumaron los hechos históricos a la luz de una doctrina propia. Los pueblos sin doctrina son como los hombres sin alma: podrán hacer, pero no llegan nunca a realizar algo congruente y bueno, por eso mi preocupación en el gobierno, antes que hacer ninguna otra cosa, ha sido el empeño de todos los días de mi vida: dar al pueblo argentino una doctrina detrás de la cual persevere en el trabajo, en la lucha y en la inspiración de cada día”.