El 31 de agosto de 1951, Evita, a través de un mensaje radial, responde a la convocatoria del 22 de agosto, renunciando “al honor con que los trabajadores y el pueblo de mi patria quisieron honrarme en el histórico Cabildo Abierto del 22 de agosto”. En su discurso quedaron las palabras con que mejor definió su anhelo: “Que de mí se diga, cuando se escriba el capítulo maravilloso que la historia dedicará seguramente a Perón, que hubo al lado de él una mujer que se dedicó a llevar al presidente las esperanzas del pueblo, y que, a esa mujer, el pueblo la llamaba cariñosamente Evita”.