En el año 2003, una Argentina quebrada encontró una vez más, en el peronismo, el candidato que recuperaría la dignidad de un pueblo que no se entregaba pero que había perdido la fe en la política y en sus representantes.
La crisis del 2001, el desgaste de la figura presidencial, habían producido una sensación de hastío y de desesperanza que se resumía en una frase “que se vayan todos”; era la expresión de una sensación que recorría a toda la ciudadanía, con un espíritu derrotista y, sobre todo, sin vislumbrar una luz en el futuro.
Un hombre de la Patagonia, una vez Intendente de Río Gallegos y por cuatro períodos consecutivos Gobernador de Santa Cruz, fue el candidato a Presidente de la Nación que ganó las elecciones: Néstor Carlos Kirchner.
Este Presidente, sostenido por sus convicciones, hizo un llamado en su discurso inaugural que conmovió a todos los que lo escuchaban: “Vengo a proponerles un sueño: reconstruir nuestra propia identidad como pueblo y como Nación. Vengo a proponerles un sueño que es la construcción de la verdad y la justicia”.
Así se iniciaba una nueva etapa en nuestro país: desde la renegociación de la deuda externa con una quita del 64% hasta la firme determinación de luchar contra la impunidad en materia de derechos humanos, este hombre, representante del peronismo, formado en el peronismo, gobernador peronista, llegó a la máxima magistratura de la Nación para devolver la fe perdida y fue la llama encendida que necesitaban los jóvenes: miles y miles de jóvenes respondían a su llamado solidario, a su convocatoria a la participación, miles y miles de jóvenes se sentían protagonistas del destino de la patria.
El 27 de octubre del año 2010, la muerte sorpresiva de Néstor Kirchner, desencadenó una reacción imprevista entre los que habían respondido a su liderazgo: esos jóvenes, muy jóvenes, se lanzaban a la calle a despedir a su líder, al hombre que les había enseñado la alegría de la militancia. Más de ocho horas haciendo fila para poder pasar un breve instante delante de su cuerpo. Una multitud llorosa le daba el último adiós.
Nuestros jóvenes cantaban, empecinadamente, “Kirchner no se murió,Kirchner vive en el pueblo”. El hombre que había convocado a la memoria, la justicia, los derechos, ese hombre que había arrasado con la desolación y con el descrédito de las instituciones.
Se cumplen doce años del fallecimiento de Néstor Carlos Kirchner, el hombre que rescató los ideales de Justicia, de Independencia y de Soberanía; el hombre que luchó con coraje y firmeza contra los imperialismos y contra sus representantes; el hombre que permitió juzgar a los asesinos y ladrones acabando con la impunidad; el hombre que expresó los sueños de centenares de miles de jóvenes a los que les devolvió la fe en la participación política; ese hombre que alguna vez también fue un joven militante peronista; ese hombre que ya no está físicamente entre nosotros pero que sigue estando en el corazón de tantos.