El 27 de abril de 1949 el entonces presidente de la Nación, Juan Domingo Perón, disertaba en el Sindicato Argentino de Prensa ante representantes de dicho gremio.
\»En primer término quiero agradecer la amabilidad que ustedes han tenido de llegar hasta aquí para brindarme la inmensa satisfacción de poder saludarlos personalmente y darle las gracias por la entrega de estas medallas y de nuestros carnets de afiliados al Sindicato de Prensa.
He dicho ya en otra oportunidad que, de todas las obras que puedo haber cumplido en la tarea de renovación y reforma que hemos encarado, creo que la más trascendental de todas es la de haber influido en forma decisiva en el desarrollo de una conciencia social en el país.
El desarrollo de una conciencia social en una población llena en mi sentir una función integral porque la solidaridad nacional, a menudo, se basa en forma efectiva solamente en el desarrollado concepto de una conciencia social. Es indudable que, cuando esta conciencia social se desarrolla sin desviaciones y sin equivocaciones, constituye un sentido y un sentimiento de aglutinación nacional.
La formación de un Sindicato Argentino de Prensa está demostrando en este momento que esa conciencia social ha penetrado en el gremio de los hombres de la pluma. Ustedes han constituido un nuevo sindicato, y ello me produce una nueva satisfacción. Este hecho, como lo ha expresado el orador que me ha precedido en el uso de la palabra, impone no solamente trabajo sino también sacrificio.
El sindicalismo se hace con trabajo y sacrificio. Esto es lo primero que hay que grabar en el frontispicio de toda casa que albergue un sindicato. Si no se ponen en juego estos dos requisitos y no se los considera como la base del sindicalismo,se incurre en error y, entonces, no se trabajará para construir y sí para destruir.
El sindicalismo tiene en el mundo, no solamente en la República Argentina, dos etapas que podrían dividirse perfectamente por una línea media. La primera etapa era de lucha, se trabajaba en los sindicatos para luchar y, a menudo, para morir. La segunda etapa es de acción sindical constructiva con la ayuda del Estado y aun de las fuerzas patronales. No hay que confundir estos dos aspectos. No hay que confundir el sindicalismo de lucha, que se coloca frente al Estado o frente a las fuerzas productoras, con el de la segunda etapa, que trata de obtenerlo todo del Gobierno y de las fuerzas productoras. Ponerse en claro sobre esta importante cuestión es enfocar de manera perfecta el sindicalismo. Porque lo primero lleva al sindicalismo anárquico y lo segundo, al sindicalismo de Estado, que es el más peligroso y el más terrible.
En este sentido, como ustedes han formado un sindicato nuevo, yo me permito, con la experiencia que poseo por la permanente observación del sindicalismo,tratar la segunda etapa del sindicalismo, porque la primera ya la hemos superado. Ya pasaron los tiempos en que la palabra sindicalismo era sinónimo de anarquía,de lucha; de lucha activa. En nuestro país esa etapa ha sido, afortunadamente,superada.
Por ello he de referirme al segundo período del sindicalismo. ¿En qué consiste? Para no caer en el sindicalismo estatal es necesario construir lo mismo que en otras actividades de la vida cuando no se quiere depender de otros, es decir que, cuando se quiere tener algo propio, es necesario construir personalmente, elevarlo y consolidarlo y así disponer de ello. Si confiamos en los demás nunca poseeremos nada propio. En buen romance, esto quiere decir que el sindicalismo a que me refiero, que no llega al sindicalismo estatal, impone también trabajo y sacrificio. Nada en la vida que sea duradero y estable se obtiene sin sacrificio y sin trabajo.
¿Cómo hay que construir este sindicalismo? Yo puedo ayudar; yo no debo hacer. Las fuerzas patronales deben ayudar, no deben hacer, porque si nosotros, gobierno o fuerzas patronales, [hiciéramos] en reemplazo de ustedes, estén seguros [de] que no haríamos nada que a la larga tuvieran que agradecernos.
Las construcciones, en este orden de cosas, pueden clasificarse en tres tipos fundamentales. El primero, lo constituyen las conquistas de carácter gremial. El segundo, lo forman las obtenciones materiales propias. Y el tercero, lo integran la elevación cultural, profesional y social de los sindicatos. Tres cuestiones que no hay que olvidar jamás.
Las conquistas hay que lucharlas, pelearlas y obtenerlas. Solamente así se saborean con placer y con fruición. Lo regalado y entregado no vale nada en este mundo.
En la obtención de bienes materiales, de la misma manera, hay que construir ladrillo sobre ladrillo, con perseverancia y con sinceridad de intenciones, y esa construcción que paulatinamente se va elevando, lo mismo que se elevan las conquistas de orden gremial, es lo único que será estable y permanente para el gremio. En el tercer aspecto, de la misma manera que las conquistas y las construcciones materiales habilitarán mejor al gremio para el desempeño de su función específica, eso elevará el nivel del Sindicato hasta hacerlo un organismo indispensable por el valor de sus hombres, intrínsecamente considerados, y por el de la asociación como comunidad humana.
Si esas tres condiciones se cumplen, y se cumplen bien, ustedes pueden decir hoy mismo: hemos triunfado. Si desfallecen en la lucha y no las cumplen, pueden decir hoy: hemos fracasado.
Antes de iniciar la marcha, todo hombre racionalmente inteligente debe trazarse ese plan de posibles beneficios y de posibles sacrificios. Iniciar una acción sindical sin estar profundamente persuadidos de esa necesidad es un error. Iniciarla persuadido de la necesidad de obtener esos tres grandes objetivos del sindicalismo es lo sabio y lo prudente. Entonces, hay que ponerse a trabajar hasta obtener eso, sin lo cual el sindicalismo no es una agrupación social sino una turba amorfa y anárquica.
Esa es la realidad que yo les quiero presentar a ustedes, con toda la claridad con que la he visto en esta ya bastante experiencia que tengo en la observación de los fenómenos sociales
Termino de escuchar la excelente enumeración que se ha hecho de los problemas. Ya eso comienza a ser una cuestión prudente: saber qué tenemos por delante. Lo importante es despojarse de esa precipitación y de esa excitación en esta iniciación de la marcha. Piensen ustedes que hay sindicatos en el país que tienen ya más de cincuenta años y siguen luchando
Ustedes inician la marcha. Piensen cuánta lucha les espera como organización sindical. Pensar en eso es más cuerdo que pensar en otras cosas que pueden ser, circunstancialmente agradables, pero que no son, en definitiva, la consolidación que el gremio espera de ustedes para bien de los que vendrán después.
En este sentido, puedo decirles que estoy dispuesto –y el gobierno lo estará– a solucionar y ayudar en la solución de todos los problemas que puedan tener en su gremio; pero no deben olvidar que mi ayuda sola no vale nada y que ustedes tendrán que cumplir el precepto bíblico de ayudarse, que Dios los ayudará.
En cuanto a los problemas generales que puedan afectar circunstancialmente al gremio como los relativos al papel, tinta, máquinas, etcétera, los hemos estudiado profundamente y están en vías de solución en más o menos corto plazo.
Sobre el aspecto sindical, quiero hacer dos segundos de historia. En la Secretaría de Trabajo y Previsión una de las primeras cosas que estudiamos fue el estatuto del periodista. Sabíamos que no hacíamos lo mejor. Nosotros no queremos hacer lo mejor; queremos hacer simplemente lo bueno porque, a menudo, lo mejor suele ser enemigo de lo bueno y por hacer lo mejor uno termina por no hacer nada. Ese Estatuto, que salió de la Secretaría de Trabajo y que regularizó la situación de miles de periodistas del país, ha ido progresando paulatinamente como deben ser los progresos sociales.
No se puede estirar demasiado el elástico de las posibilidades sociales porque la ruptura del elástico presupone un cataclismo para un número bastante crecido de personas.
Piensen ustedes que las conquistas ya acumuladas sobre el estatuto original, producto de la lucha de los mismos periodistas, son un fundamento suficiente para continuar la lucha paulatinamente.
¿Por qué es necesaria esta lucha pacífica, esta lucha amable, que muchas veces se hace con frases y cambio de flores entre unos y otros interesados en la solución del problema? Porque es la única manera de obtener el equilibrio económico y social de un gremio. Este equilibrio no puede lograrse de una manera teórica y abstracta sino que es un problema concreto que se resuelve empíricamente. Es el mismo caso que cuando se busca obtener el equilibrio de una balanza. Pueden ustedes poner a un matemático que hará el cálculo al microgramo, pero puesta en marcha la balanza se desequilibra, y habrá que agregar pesas, sucesiva y empíricamente, para obtener el equilibrio.
Esa lucha y esa discusión permanente entre empleados y empleadores es la única que puede mantener el equilibrio de la balanza, que es el equilibrio económico social.
Entonces, señores, esa prudencia se puede obtener con sinceridad, lealtad y buena voluntad de ambas partes, cuidando el mantenimiento del equilibrio y actuando con colaboración, jamás con incomprensión o intransigencia, con la que sólo se llega a la ruina mutua, pero no a la prosperidad mutua. Esa comprensión la deben tener los hombres que dirigen la acción sindical y deben tenerla también los que dirigen las empresas periodísticas.
El periodista que trabaja en un diario, cómo no va a saber lo que gana la empresa y las posibilidades de la empresa como lo sabe el patrón o el directorio de la misma. Yo creo que en conocimiento de eso, no puede escapar a la obligación de dar a su personal todo aquello que la empresa puede dar; pero esto con prudencia, con comprensión y con tino.
Algunos sindicalistas creen que pedir todos los días un aumento los prestigia, pero resulta que lo prestigia dos o tres veces y cuando fracasa una sola vez pierde todo el prestigio que pudo haber adquirido en las veces anteriores.
Tampoco se puede obligar al dirigente gremial a que libre todos los días una batalla, porque así se destruye en poco tiempo, y el sindicato sufre extraordinariamente con la derrota o la caída de las personas que forman sus cuadros directivos.
Por eso, señores, yo he escuchado atentamente el magnífico programa esbozado, y si he de darles un consejo sincero y desinteresado, como siempre se los he dado a los sindicatos argentinos, he de decirles: háganlo, pero despacio. No se apuren, porque cuando uno se apura, se atora y no hace nada. Esto es como todas las cosas en la vida: en su justa medida y con absoluto equilibrio. El pan, digo siempre yo, es el mejor alimento del mundo, pero si uno se come una bolsa se muere indigestado.
La formación de este sindicato de hombres de prensa que comparten nuestra doctrina es para mí una cosa sumamente interesante y halagadora. El pueblo argentino todavía no ha asimilado en todos sus habitantes el contenido de nuestra doctrina. La doctrina justicialista, que hoy está en casi todas las bocas argentinas, no podría decir que está en todos los corazones. Es necesario que se esparza dentro del país para que se conozca más.
Muchas veces viene a verme alguna persona que me dice ser peronista de la primera hora, pero después de conversar diez minutos conmigo, yo me digo: éste no es peronista, aunque haya actuado en el peronismo desde la primera hora; porque el peronismo es una cosa que se conoce por las afirmaciones, y el hombre que no ha evolucionado en su manera de ser y en su manera de pensar, es inútil que diga que lo es. Hay algo que lo vende. Es el subconsciente que él no puede dominar.
Eso lo podemos alcanzar solamente con la divulgación y la discusión de nuestra doctrina cristalizada a lo largo de nuestra marcha casi empírica, extraída en síntesis de cada uno de los momentos que la República ha ido viviendo y desarrollando en su reforma. Tendrá muchas cosas que están equivocadas, pero con la discusión iremos corrigiéndolas.
La difusión de esa doctrina es una cosa fundamental para los argentinos, sean peronistas o no.
La divulgación de nuestra doctrina fuera del país es de una importancia trascendental para la obra que estamos cumpliendo porque el Justicialismo puede tener enormes y variadísimas interpretaciones. Digo esto porque ustedes son hombres que pueden efectuar la divulgación de nuestras ideas en toda la República sin hacer propaganda política, porque el sindicato no debe hacer política. Pero puede hacer la divulgación de una doctrina nacional, que es nuestra doctrina, entre sus afiliados o en su trabajo.
Ello será de una utilidad extraordinaria para nosotros. Mientras ustedes van construyendo, obteniendo sus conquistas, levantando su local social y elevando el nivel espiritual e intelectual de sus afiliados, van también divulgando por el país nuestra manera de sentir y nuestra forma de ver la vida en la Argentina, que nadie debe ignorar, le guste o no le guste. Si le gusta, para seguirla; y si no le gusta, para combatirla. Los dos aspectos producirán un bien, porque ambos son constructivos en el orden de las ideas y de la práctica.
En el orden de las construcciones, diremos materiales, nosotros estamos dispuestos a ayudarlos en todo lo que sea posible. Como dicen en la provincia de Buenos Aires: “Ustedes ponen el pasaje y nosotros el hospedaje” porque, naturalmente, no podemos poner nosotros el pasaje y el hospedaje. La tarea deben realizarla ustedes; nosotros ponemos el hombro para ayudarlos. En este aspecto, señores, no llamarán en vano y deben tratar de ir consolidando una asociación profesional seria y de gran poder de aglutinación. Yo sé cómo son ustedes, cómo trabajan, porque hace muchos años que los veo aquí, tapados de papeles, en mangas de camisa o en camiseta muchas veces, prendidos a la máquina. Conozco, pues, cuál es, diremos así, la idiosincrasia del periodista. Pero en esto del sindicalismo no se puede practicar ese individualismo despreocupado, porque esto es la antítesis de lo otro; aquello del hombre en camiseta en la máquina, es una cosa, y el sindicato, con su aspecto de colectividad, es otra. Que ustedes no sacrifiquen esto a aquello, estoy de acuerdo; pero tampoco deben sacrificar aquello a esto. En eso, ustedes tienen que hacerse de la segunda personalidad, la personalidad que subordina ese yo a las necesidades del nosotros, para poder conformar una asociación profesional unida, fuerte y con continuidad. Si ustedes obtienen eso, yo me sentiré muy feliz, porque soy partidario de la acción sindical encarada con su verdadero sentido y con su verdadera orientación. Vendrán después los policlínicos, las cooperativas y las mutualidades, y así entre ustedes se van prestando una ayuda indudablemente necesaria para la vida de todos los hombres que no viven en el desierto. En este sentido, ustedes pueden contar con nuestra mejor voluntad y con la ayuda incondicional que prestaremos en todos los casos, para que puedan ir construyendo su Asociación.
En los otros problemas gremiales, acuérdense ustedes, nosotros ponemos el pasaje pero no el hospedaje; esos problemas gremiales deben discutirlos con los patrones, nosotros no tenemos nada que ver. Cuando se peleen, entonces sí vamos nosotros a intervenir para ponerlos de acuerdo, pero hasta entonces el gobierno no tiene nada que hacer. Esa es la política que ha seguido siempre el gobierno en materia gremial. La intervención en esto, tanto para coartar la libertad de acción de los sindicatos como para presionar a las asociaciones patronales, creo que es perjudicial. Las dos partes, con amplia libertad, discuten, y si no se ponen de acuerdo, hacemos la paritaria, y así todos esos problemas se solucionan. Lo que no se consiga en la mesa paritaria, difícilmente se consiga en la huelga, porque hoy las empresas patronales no la quieren, pues saben que un día de huelga los hace perder más que un aumento.
Señores:
Debo decirles que le agradezco infinitamente todas estas amabilidades. Estudiaremos todos sus problemas con la firme decisión con que lo hacemos siempre y trataremos de colaborar con ustedes en todo aquello que pueda significarles una ayuda constructiva de parte del gobierno.
Y les pido a todos aquellos que se dispersarán ahora hacia las distintas provincias, le lleven a todos los compañeros un gran abrazo y mi ferviente deseo de que sean muy felices y estén muy contentos.
Muchas gracias por todo\»
Fuente: Libro \»Perón, 1949. Discursos, mensajes, correspondencia y escritos. Partes I\», Biblioteca del Congreso de la Nación