Agradezco extraordinariamente que hayan tenido la magnífica idea de acercarse hasta esta casa para darme la inmensa satisfacción de poder saludar personalmente a cada uno de ustedes.
Es cierto, y bien lo sabemos, que en el personal ferroviario nosotros tenemos un baluarte de nuestro movimiento, y especialmente entre el personal humilde que ha estado viajando durante tantos años y durante tanto tiempo ha luchado por nuestra causa en todos los lugares de la República. Es para mí una inmensa satisfacción el reconocerlo, porque es la verdad.
También sabemos que ustedes sienten como nosotros la necesidad de que sea nuestro país quien gobierne y maneje todos los ferrocarriles. Sabemos bien que ustedes son tan argentinos como el que más, y que los primeros satisfechos y alegres de que hagamos esa obra de argentinización en los ferrocarriles son ustedes, los ferroviarios; de ahí nuestra profunda fe en la acción que estamos realizando. También saben que mañana tomaremos posesión del último ferrocarril extranjero que queda.
Con esto, estamos cumpliendo nuestro programa inicial. Es indudable que la reconquista de los ferrocarriles ha de asegurar, en primer término, al personal ferroviario, mayores ventajas. Nuestro deseo no es el de obtener lucro de los ferrocarriles. Ya conocen bien cuál es el nuevo sistema que el señor Ministro ya ha puesto en marcha en las nuevas empresas que surgen.
La compra de los ferrocarriles ha sido para nosotros un negocio magnífico, porque no hemos pagado ni siquiera lo que valen las estaciones ubicadas en la Capital Federal. Los ferrocarriles valen muchísimo. Ahora lo podemos decir tranquilamente. Como antes éramos compradores, teníamos que decir que era hierro viejo. Lo he dicho alguna vez, ustedes saben mejor que nosotros que no es hierro viejo, que los ferrocarriles tienen un valor extraordinario y que nosotros pagamos una insignificancia por ellos. Por los ferrocarriles no pagamos sino una ínfima parte. Claro que los ingleses no se han perjudicado, porque ellos les sacaron el valor diez veces pero, para nosotros, valen y siguen valiendo.
Ustedes se imaginan cuáles han sido nuestros apuros para cumplir ese programa. Cuando me hice cargo del gobierno, la República no tenía un centavo; tenía una gran deuda en el exterior. Fíjense cuál sería la cara que puse cuando vine aquí y había que andar buscando “chirolitas” en los cajones. No había ni para pagar los sueldos de los empleados públicos. Esa era la situación del país. Teníamos deuda en el exterior, y solamente poseíamos algunos créditos a nuestro favor que los utilizamos para cumplir con los servicios de la deuda. Pero los ferrocarriles los hemos comprado sin un centavo. Algunos economistas a quienes consulté me contestaron: ¿cómo va a pagar si no tiene un centavo? Pero esa es la gracia: comprar con dinero es cosa sencilla; cualquiera puede hacerlo. Nosotros
pensamos que podíamos hacerlo sin dinero, y sin dinero lo hicimos.
Así compramos los ferrocarriles, los teléfonos, puertos, servicios públicos de todo orden y, ahora, compramos también los servicios públicos marítimos para coordinar nuestra organización. Casualmente, ahora vamos a tomar posesión de algunas empresas particulares.
Todo eso lo hemos comprado y lo hemos pagado. El problema ahora lo tenemos que arreglar aquí dentro. No es lo mismo arreglar las finanzas aquí adentro que tener que pagarle a los ingleses una punta de millones por año. En el peor de los casos, todos quedaremos pobres, pero dueños de lo que tenemos. No es una cosa del otro mundo tener que hacer un poco de sacrificio durante unos pocos años para incorporar ese haber patrimonial al Estado, que es extraordinario, porque ahora hemos gastado y vamos a tener que trabajar para recuperarlo, pero todo es nuestro. No tenemos una gran empresa, tenemos un boliche, pero trabajamos por nuestra cuenta. Ese es el ideal, porque si estamos explotados desde afuera, es inútil que tengamos muchos ferrocarriles y muchas cosas, si no
son nuestras.
El país tenía que realizar esta obra, porque es una etapa indispensable para la independencia económica. De lo contrario, nos iban a seguir explotando a los pobres, porque a los ricos no los explota nadie. De manera que cualquier sacrificio [que tengamos que hacer, habrá que hacerlo, porque] teniendo el régimen actual de los ferrocarriles, podemos ir perfeccionando su material, y obtener enormes rendimientos, con lo que los pagaremos en el orden interno. Los hemos pagado ya afuera, pero ahora tenemos que pagarlos aquí, porque hemos emitido
para abonarlos.
Nosotros hemos hecho una combinación muy interesante, pero ahora hay que pagarlos. La combinación es simple para pagar sin dinero.
Nosotros creamos el IAPI, que es una institución al margen de la Nación, es una organización casi particular, pero manejada por el Estado. El IAPI compró los ferrocarriles, pero ¿de dónde sacó el dinero? Pidió a los bancos. De manera que el IAPI debe ese dinero a los bancos. Los bancos deben al gobierno. Y el gobierno, ¿a quién le debe? Al IAPI. ¿Se dan cuenta cómo es el círculo? Pero los ferrocarriles vinieron y son nuestros. Hemos tomado posesión de ello y se los pagamos a los ingleses. Ahora queda que nos arreglemos entre el gobierno, el IAPI y los ferrocarriles.
¿Cuánto costaron los ferrocarriles? Los ingleses pidieron 8.000 millones. Nosotros les dimos 2.500. ¿Cómo se lo pagamos? Con trigo que comprábamos a 20 y se lo vendíamos a 60, de manera que pagamos el 33 por ciento. Vale decir, que en vez de 2.500, son 750 millones. Para los ingleses mandamos 750 millones de pesos en trigo pero, para el orden interno, pagamos 2.500 millones. Esos 2.500 millones de pesos se han emitido, nosotros pusimos en marcha la máquina de la Caja de Conversión y ese dinero está en el público, está en el mercado. Ahora hay
que retirar esos 2.500 millones. ¿Cómo? Vendiendo parte de la tierra que tenían los ferrocarriles. En esa forma retiraremos los 2.500 millones y los llevaremos a la Caja de Conversión y los quemaremos. Hemos comprado, hemos pagado, y no se gastó nada. Si ellos pedían 8.000 millones –podían valer 6.000– y yo los compre
por 2.500, ¿es negocio?.
La combinación es simple, y así se compraron los ferrocarriles y así se han comprado muchas otras cosas, como seguiremos comprando otras. El problema está en arreglarnos aquí adentro; entre nosotros, los argentinos, nos vamos a arreglar de cualquier manera.
Pero lo que puede decirse es que los ferrocarriles pagarán gran parte de su deuda con sus superávits, y entonces quedarán enormemente aliviados y podrán perfeccionar sus servicios, y adquirir nuevos materiales de transporte, construir viviendas para ferroviarios, etc., y después ir prosperando. Y, a medida que prospere el ferrocarril, prosperarán todos sus servidores, porque el Estado no quiere beneficio de los ferrocarriles. El señor teniente coronel Castro me dice que esto es un negocio bastante regular, y mi deseo es que la prosperidad de los ferrocarriles
lleve a la prosperidad al sector de los ferroviarios, eso es lo que más me interesa a mí. El Estado no está para explotar a nadie sino para facilitar la vida de todos. Ese es nuestro programa.
Los ferrocarriles se van a pagar con la venta de los terrenos, de las estancias, de las […], y otras empresas que no tienen que estar en el ferrocarril, como tampoco tiene relación con el ferrocarril la explotación de los puertos, de aguas corrientes, etc. De manera que cuando se venda todo eso, y se cobre, pagamos los ferrocarriles. Lo que nos entre por lo emitido, lo quemamos, disminuyendo así la circulación para no desvalorizar el peso. Y el ferrocarril queda en nuestro poder, y lo administramos nosotros.
Hay un problema de los guardas que el señor ministro va a solucionar. No va a haber dificultades. Por ahora no se podrá hacer mucho pero, a medida que pase el tiempo y los ferrocarriles estén en mejores condiciones financieras, los problemas se irán solucionando. Si esto se hubiera hecho ya hace cien, ochenta, cincuenta, o cinco años, quizá podríamos estar ahora bien; pero al principio no se puede pretender de un negocio que dé un gran rendimiento. Pero sí les diré que los ferrocarriles, cuando terminen de pagar su deuda, quedarán en condiciones de ganar más. Si ganan más, es para ustedes, si pierden, peor para ustedes. Ustedes serán los artífices de su propio destino.
Es una cosa bien clara para nosotros y lo mismo haremos con los demás servicios públicos.
Comprar ferrocarriles es un negocio, lo que se compra son materiales, edificios, vías, puertos, usinas. Pero en los frigoríficos no es oro todo lo que reluce. Hay que pagar el lucro cesante y no es negocio. Para ellos va a ser más […] negocio y quizá lo vendan por nada o los entregan.
Lo mismo pasará con las usinas eléctricas. Es un negocio que me tiene tentado, pero ocurre que todas las empresas que hay en el país para proveer de energía eléctrica son térmicas, necesitan carbón, y entonces el kilowatt sale a 29 o 30 centavos. El secreto está en hacer en cada dique que se construya uno o dos usinas, para proveer de hidroelectricidad a quien la necesite a un precio de 10 centavos el kilovatio. Lo mismo pasará cuando se ponga en funcionamiento el gasoducto de Comodoro Rivadavia. Todo eso va a permitir vender la energía eléctrica a precios reducidos. ¿Y cuando yo haga eso, qué podrán hacer las empresas de luz? Los millones de pesos que nos podrían costar adquirir esas usinas, yo los voy invertir para producir energía más barata.
No hay que apurarse. Sería un mal negocio si hoy se compraran las usinas térmicas.
¿Se dan cuenta cómo hay que [actuar con] prudencia? Ese dinero que costaría expropiar esas compañías, yo lo invierto para hacer producir energía más barata, porque eso de expropiar sin pagar es un cuento chino. No se puede, a pesar de los que digan que por el artículo 40… Hay contratos, convenios, que respetar, y después las usinas nos cuestan [diez] veces más.
Lo que gastaríamos en expropiar compañías lo invertimos en hacer nuevas usinas, y después ellos tendrán que vendernos sus instalaciones como hierro.
viejo cuando no pueda competir con los precios que nosotros vamos a dar. Es un programa más largo, pero más económico para el país.
(…) Ustedes me van a disculpar, pero a las 11.30 debo estar en el acto del Consejo Económico.
Fuente: Libro «Perón, 1949. Discursos, mensajes, correspondencia y escritos. Partes I», Biblioteca del Congreso de la Nación