Antes de cumplir con el cometido que se me ha asignado, yo quiero decir, aunque más no fuera, unas breves palabras, que significan mi sensación y mi pensamiento en este instante.
La inauguración de la fábrica de penicilina Squibb, no tiene solamente para mí el significado de una inauguración más dentro de la política de industrialización del país. Tiene un más alto significado, que deseo hacer presente en nombre de la República.
Hay circunstancias que implican una consideración de orden superior a la simple inauguración e iniciación de una industria en el país. Esas circunstancias se entremezclan formando factores en los que estamos empeñados todos los
hombres de buena voluntad de esta patria y que sentimos, también, la correspondiente con los hombres de buena voluntad del gran país del norte.
Estados Unidos y Argentina se asocian literalmente en la empresa común que representa esfuerzo, compresión e inteligencia común. Debemos agradecer que esa circunstancia se cumpla en este caso, mitad ciencia, mitad trabajo, la combinación más noble que ha conseguido el hombre hasta nuestros tiempos. Es por eso, señores, que, en nombre de la República, y antes de cumplir con el honroso encargo que se acaba de hacerme, quiero agradecer a ese gran país todo cuanto con esa buena voluntad y con su empeño nos hace llegar con la inauguración de esta magnífica fábrica. Al mismo tiempo, agradecer muy especialmente a míster Arnold, mi viejo amigo, y a Weicker, que nos hayan dado, en esta oportunidad, una tan magnífica y tan alegre inauguración.
Entiendo yo, señores, que como funcionario representante de la Nación en este acto, debo empeñar públicamente mi palabra en el sentido de que no habrá esfuerzo que la República no realice para poder hacer cumplir lo que nosotros,
los argentinos, practicamos permanentemente: nobleza obliga. Y a la fábrica Squibb le puedo decir, en nombre de la Nación, que no habrá garantía que el empeño del Estado no realice para llevar adelante esta empresa y facilitar que sus hombres de ciencia, que nuestros hombres de ciencia y nuestro trabajo, se unan cada vez más indestructiblemente para levantar obras como ésta, que honran a la patria americana y a la humanidad.
Señores:
Es en nombre de esos altos sentimientos que nos unen en este primer gran partido amistoso, según palabras de míster Arnold, que declaro inaugurada esta fábrica y pido a Dios que sea una empresa que se levante cada día más arriba, en todo sentido, para honor y satisfacción de los que realizaron y para bien de la salud de la patria.
Fuente: Libro «Perón, 1949. Discursos, mensajes, correspondencia y escritos. Partes I», Biblioteca del Congreso de la Nación