“Si en alguna parte del mundo el sindicalismo es libre, es en esta tierra, porque el justicialismo no quiere un sindicalismo lacayo; quiere un sindicalismo amigo, compañero y solidario en la lucha. Y para elegir a un compañero de lucha, hay que elegir a un hombre libre y no a un sometido. Queremos millones de voluntades realizando y no millones de hombres realizando una sola voluntad”.
El 19 de abril de 1950, Año del Libertador General San Martín, se lleva a cabo, en el Teatro Colón, el Acto de Clausura del Congreso Nacional Extraordinario de la Confederación General del Trabajo (CGT). En esa oportunidad, el entonces presidente de la Nación, general Juan D. Perón, se dirigió a los trabajadores con las siguientes palabras:
Abrumado por la infinita amabilidad y bondad con que ustedes se han referido hoy a nuestra obra común, de la que me siento padre permanente, no deseo hablar como presidente de la República, sino como un compañero más de este maravilloso Congreso.
Lo que se ha dicho en esta magnífica clausura del Congreso Extraordinario de la CGT, podría figurar sin desmedro en las resoluciones más justas y más elevadas que organización alguna haya podido registrar en su libro de oro, como el trabajo que un pueblo consciente, honrado y capaz pone en ejecución para la felicidad y la grandeza de la Patria.
Los sacrificios que el gobierno impone son, en cierta manera, intensos; los malos ratos y sinsabores que la función de gobernar traen consigo son también grandes: pero, señores, son infinitamente pequeñas ambas cosas frente a demostraciones de esta naturaleza, que muestran al presidente, a los ministros y a todas las autoridades, que tienen una clase trabajadora que sabe comprender los altos problemas del Estado, que sabe penetrar profundamente en la médula misma de la grandeza nacional para decir a su pueblo, compuesto de todas las categorías, de todas las inteligencias, de todos los horizontes intelectuales, que la clase trabajadora argentina está a la altura de su misión, que puede gobernar y que debe gobernar.
Por eso, en nombre de la Nación y de nuestro Movimiento, agradezco a los compañeros de la CGT cuanto se ha dicho en ponencias y resoluciones en este Congreso, que son para bien de la Patria. Lo agradezco y ensalzo en nombre de esta benemérita Confederación que, desarrollando una labor silenciosa y patriótica; está uniendo a todos los trabajadores argentinos con una sola función y un solo objetivo: el de colaborar en la grandeza de la Patria y el de llevar nuestra bandera a la altura inmarcesible con que soñamos todos.
Pero, compañeros, como justicialista veo el repunte extraordinario que representa en el orden de las ideas la nueva concepción sindicalista que la CGT marca como rumbo para el futuro de la Patria. El sindicalismo es un movimiento que ha sido mencionado y estudiado y, en cierta manera, practicado unilateralmente.
El sindicalismo en su aspecto integral
Cuando hube de ocuparme del sindicalismo, he leído a muchos autores extranjeros y argentinos y no he conseguido encontrar en ninguno de esos estudios que he realizado, una idea completa sobre el sindicalismo, porque casi todos los autores se han reducido a un solo aspecto del mismo, vale decir, a la lucha por la defensa de los intereses profesionales.
Señores: veo en la Confederación General del Trabajo una idea que completa los antiguos aspectos de un fragmentario sindicalismo nacional e internacional.
¿En qué ha consistido hasta nuestros días la idea del sindicalismo? En una lucha de clases como consecuencia de una lucha por la defensa de los intereses profesionales. No ha ido en parte alguna del mundo más allá: no va ni irá, dentro de las actuales concepciones capitalistas o comunistas.
El capitalismo ha aceptado al sindicalismo como un mal inevitable y lo ha combatido permanentemente, para que él no se organizase y representase una fuerza anodina y fragmentaria en la lucha de los intereses profesionales frente a un capitalismo organizado y apoyado por el poder estatal. Eso fue el sindicalismo en el orden capitalista.
En el orden comunista, es una organización estatal sin libertad y sin decisión, que es peor.
¿Cómo concibe el peronismo al sindicalismo? Lo concibe como una organización libre, como una organización que trabaja por finalidades comunes a las del gobierno, porque nuestro gobierno justicialista ni acepta los abusos y los privilegios del capitalismo, ni acepta la tiranía de la clase trabajadora impuesta por el estado del régimen comunista.
Analizado el sindicalismo en su orden integral, podemos clasificarlo con acierto en sindicalismo internacional y sindicalismo nacional.
¿Qué ha sido en el mundo el sindicalismo internacional? El sindicalismo internacional nació como una fuerza localmente formada e integralmente utilizada con fines de una doctrina política. Si analizamos la época del liberalismo capitalista, el sindicalismo no existe. Nacen los movimientos socialistas en el mundo y se forma el sindicalismo que llamaremos dirigido por el socialismo burgués. Así se utiliza el sindicalismo desde el punto de vista político.
¿Qué era en esos tiempos el sindicalismo? Los dirigentes socialistas eran burgueses que levantaban la bandera del proletariado sin gloria y sin fortuna. ¿Por qué? Porque de ninguna manera podían servir intereses de las clases proletarias los que defendían al capitalismo, mediante su propia burguesía, frente a los problemas del Estado. La doctrina socialista fue buena, los malos fueron los dirigentes encargados de llevarla a la práctica. Por esa razón, en ningún movimiento socialista ha llegado el trabajador a la dirección del movimiento sindical. Ellos tuvieron siempre en menos la capacidad de la clase trabajadora; necesitaron doctores para dirigirla, y, naturalmente, los doctores la dirigieron sin que los sindicalistas tuvieran mucho que agradecerles. El movimiento sindical ha de dirigirse por los únicos doctores que el movimiento sindical puede tener: los doctores en sufrimientos y en luchas, que son los trabajadores.
Señores: en esta telaraña que ha querido crearse en el sindicalismo internacional, ¿qué resultó? Una organización internacional del trabajo que se pasó treinta años recomendando que se hiciera lo que se sabía que no se iba a hacer. Y cuando los peronistas o justicialistas concurrieron a esos congresos y llevaron nuestras conquistas sociales, los miraron con ojos desmesuradamente dilatados y a menudo les decían: \»¡Pero ustedes son locos! ¿Cómo creen que eso se va a hacer en alguna parte?\».
El sindicalismo internacional, que primero obedeció a tendencias capitalistas o socialistas, hoy se ha transformado en algo peor; hoy se forman confederaciones internacionales del trabajo comunistas o anticomunistas, pero a ninguno se le ha ocurrido formar una confederación internacional del trabajo para defender a los trabajadores, cualquiera sea su tendencia.
Justicialismo y Sindicalismo
Yo entiendo que el sindicalismo es otra cosa. En el orden nacional ustedes saben cómo encuadra el justicialismo al sindicalismo. Ningún dirigente argentino ha sido ni será presionado en ninguna de sus opiniones con referencia a lo que su organización requiere para el cumplimiento de sus altos fines sindicales. Jamás el régimen justicialista toleraría que nadie fuese privado de los derechos que tiene en la organización sindical. Jamás el gobierno presionó, presiona o presionará ninguna cuestión sindical, porque eso en el régimen justicialista sería no solamente anormal sino hasta estúpido.
Quiero en este aspecto decir lo que la teoría peronista establece como sindicalismo dentro del régimen justicialista. Observen ustedes que en la organización de los sindicatos argentinos, hasta nuestros días han funcionado las grandes comisiones dedicadas a la defensa de los intereses profesionales. Frente al antiguo régimen capitalista, en la Argentina era una cosa indispensable reducirse a esa lucha porque no se podía salir de ella y había que estar luchando noche y día para poder ganar un aumento de veinte o de treinta centavos en la jornada de trabajo. Era necesario insumir toda la fuerza y toda la capacidad de la organización para esa lucha sin cuartel que había establecido el capitalismo aliado con los agentes propios que estaban en el gobierno. ¡Qué iban a dedicarse los sindicatos a otra actividad que no fuera la lucha por la defensa de los intereses profesionales! Primero era necesario conquistar lo indispensable para poder pensar en otras cosas. Pero, el sindicalismo justicialista no puede ser eso solamente. Las luchas en el orden sindical han disminuido extraordinariamente. Hoy esas luchas no solamente son menos frecuentes, sino que son menos intensas y menos duras. Hay que darle entonces al sindicalismo la amplitud que el sindicalismo requiere para fortalecerse y para formar organizaciones realmente poderosas, como deben ser las organizaciones sindicales.
En este aspecto es necesario mantener la organización para la lucha por los intereses profesionales. Pero es necesario crear el otro sector, el sector social, que debe llevar el sindicato, y eso es lo que veo que admirablemente ha realizado este extraordinario Congreso de la Confederación General del Trabajo.
En primer lugar, hay que crear una mutual. Mutualidad dentro del sindicato, para que no tenga que recurrir para la ayuda extraordinaria a sus asociados a otra organización que no sea el propio sindicato. La mutualidad sindical lleva la ayuda de la colectividad al hombre que por sus propios medios no puede atender al infortunio o al riesgo imprevisto de la profesión o de la vida.
En el orden de la previsión social, la primera previsión que hace el hombre es su propio ahorro, y cuando tiene una necesidad saca los pesitos que depositó y cumple esa necesidad. Pero, cuando la necesidad es superior a su ahorro y a sus propias posibilidades, recurre al sindicato que mutualmente le presta un servicio que él no puede pagar por sus propios medios.
Esa mutualidad se utiliza para la conservación de los vínculos, para aumentar los vínculos sociales entre los propios asociados del sindicato y para atender a la asistencia médica, pero hay otra organización que debe funcionar también dentro del sindicato para ayudar en forma colectiva a la necesidad de abastecimiento de todo el personal, y es la cooperativa.
La cooperativa puede comenzar con el aporte de todos los miembros sindicales y después iniciar empresas para enriquecer los fondos de la propia cooperativa en forma de realizar un capital que permita contar allí también con una organización económica poderosa que pueda hacer frente en un tiempo equis a las necesidades del gremio en los estados de huelga o en estados de cualquier otra naturaleza.
La acción cultural del sindicato
El tercer aspecto social de la acción sindical está en la acción cultural. Es necesario tener una escuela sindical donde se vayan formando, perfeccionando y capacitando los dirigentes de la organización. No olviden que las organizaciones sindicales no valen tanto por la cantidad de gente que agrupan, sino por los dirigentes capacitados que las conducen. Las escuelas sindicales están destinadas a formar el intelecto de la agrupación, a conformar y a consolidar los valores espirituales y la conciencia social que une al sindicato y, finalmente, son las que dictan las doctrinas y orientaciones sindicales por hombres capacitados, por hombres que en el sindicato dedican casi su vida integralmente al estudio de sus problemas y a la orientación de la masa y los propios intereses,
Además, el sindicato, en ese mismo aspecto, debe tener también una acción cultural destinada a la elevación de la cultura social de la masa, sin la cual los sindicatos no progresarán en su conjunto. Esa acción de elevación de la cultura social va permitiendo que la masa adquiera, día a día, una elevación cultural. Se ve en este maravilloso Congreso la capacidad de los hombres que han tomado las resoluciones cuando han interpretado tan profundamente lo que el sindicalismo justicialista establece como una meta para el futuro perfeccionamiento del sindicalismo argentino.
Dentro de ese mismo sector que corresponde también al sentimiento mutualista y cooperativo, los sindicatos deben tener secciones dedicadas a estudiar el problema del local propio para las centrales y sucursales sindicales; la construcción de la vivienda para sus asociados y la posibilidad de que los hijos de los asociados puedan iniciarse en la orientación profesional y en las carreras liberales, donde es necesario que los obreros manden a sus hijos. Debe haber médicos, abogados e ingenieros hijos de los obreros. En ese sentido hay que llevar la palabra a los compañeros de todo el país. El Estado dará becas a los estudiantes hijos de los obreros que quieran seguir carreras liberales.
Nosotros, a los muchachos que quieran y puedan estudiar, les daremos empleo para que se costeen sus estudios, porque es bueno acostumbrar a los hombres a la lucha. Que estudien y que trabajen para costearse sus estudios. Así formaremos argentinos de acción y de sacrificio que es lo que el país necesita. Todo eso, señores, son las conquistas del régimen justicialista y hemos de ponerlo en acción en cualquier momento.
La asistencia social sindical
Compañeros: lo que nosotros, justicialistas, entendernos por sindicalismo, es lo que acabamos de describir en líneas generales y sintéticas. ¿Qué es eso? La defensa de los intereses profesionales, ¿Quién es el más interesado en mantener la justicia en ese orden? El Estado. De manera que en eso el Estado coincide con los sindicatos.
En el orden de la prestación dc servicios para la conservación y vigilancia de la salud del pueblo, ¿qué hace el Estado o qué tiene obligación de hacer el Estado? Tener hospitales para la asistencia pública, tener elementos que vayan en socorro del individuo en los casos de riesgos no previstos. Eso es obligación del Estado, pero por lo visto, en la mutual sería una cuestión también realizada por el sindicato.
¿A qué propende hoy el Estado justicialista cuando dice: \»no queremos intermediarios; preferimos la cooperativa, que defiende directamente a los hombres que se sirven de ella para suprimir un intermediario\»? Esto dice el Estado: la creación de las cooperativas sindicales sí está de acuerdo con la doctrina justicialista del Estado. Y cuando dice: \»queremos escuelas que capaciten a los hombres que han de dirigir a las masas argentinas\» nosotros las crearnos como la de Avellaneda, como ha de ser la Universidad Obrera y otras más, y realizamos una acción de elevación de las masas en su cultural social y su capacitación para la dirección profesional.
Y, señores, ¿no construimos viviendas y no fundamos bibliotecas públicas? Pero resultaría entonces que el sindicato tiene las mismas finalidades que el estado justicialista. Eso es precisamente, lo que yo quiero, porque entonces son fuerzas paralelas. Ahí está la concepción justicialista o cómo encaja el sindicalismo dentro de la concepción justicialista: crear una fuerza de agrupaciones que realicen lo mismo que el Estado en su función, convirtiéndolas en fuerzas coadyuvantes para la felicidad y grandeza de la Nación y no como fuerzas antagónicas como resultan en el capitalismo o como fuerzas innocuas sometidas a la voluntad del Estado como resulta en los regímenes totalitarios.
Compañeros: yo hubiera querido hace tiempo expresar esta parte teórica del justicialismo. En el justicialismo nosotros hemos desarrollado una doctrina. La doctrina es, diremos así, el alma del justicialismo, pero no da realizaciones, porque eso debe ser realizado por la teoría y no por la doctrina. La doctrina es una cosa que se percibe, se comprende y se siente. Está dedicada al alma más que a ninguna otra función del hombre. La doctrina es solamente un sentimiento que crea una mística, que es la fuerza motriz del desenvolvimiento de un movimiento. La teoría es el desarrollo de la realización concebida teóricamente.
Concepción justicialista del sindicalismo
De la doctrina he hablado mucho; de la teoría no puedo hablarles tan extensamente, porque no conviene decir a los adversarios cuál es nuestro plan y cuáles son nuestros designios.
Es así, compañeros, que el Movimiento Justicialista tiene una teoría política, una teoría económica y una teoría social que yo las sé bien y las voy llevando paulatinamente en las realizaciones, ayudando con el Estado todo lo que hay que ayudar para su realización, pero guardándome muy bien de enunciarlas frente a cualquiera.
Hoy la CGT ha establecido en una ponencia-resolución esta concepción sindicalista dentro del régimen justicialista y me han obligado a desarrollarla como la siente el justicialismo. Ustedes han tomado escuetamente la resolución y han coincidido total y absolutamente con la teoría justicialista, lo que quiere decir que de una misma manera de ver el problema entre ustedes y yo, ha surgido una misma manera de resolverlo. Esta feliz coincidencia me ha llenado de una satisfacción extraordinaria, porque estoy viendo y palpando esa íntima identificación que surge en las grandes causas, cuando los hombres sirven sincera y lealmente a un mismo ideal. No nos engañaremos jamás; ya no podremos engañarnos, aunque nos volviéramos sinvergüenzas.
Cuando yo observo un panorama como éste, no puedo dejar de preguntarme: ¿cómo estos hombres tan llenos de buenos sentimientos, tan sinceros, tan leales, pudieron haber sido engañados, escarnecidos, combatidos, si aún dentro del régimen capitalista pudieron haberlos tratado como hombres y se hubieran ganado su voluntad y su corazón? ¿Cómo es posible que haya hombres tan egoístas y tan avaros que por un mísero peso hayan cambiado estos sentimientos que valen más que toda la plata de la tierra? ¿Y cómo esos hombres pudieron emplear la maldad y la prepotencia en busca de una felicidad que no les dará nunca el dinero ni la satisfacción de sus pasiones?
Cuando uno observa un panorama como el que nos ha sido dado observar esta noche en este teatro, de un congreso de trabajadores que más bien parecería de estadistas, alcanza a ver exactamente la incomprensión y la hueca petulancia de los que todo lo saben y que porque han llegado a una altura tan solemne del pensamiento realizan cosas tan superiores que no alcanzan a la tierra, ¡habiendo tantas cosas que hacer en ella!…
Compañeros: ustedes han de regresar, cada uno, a sus respectivos lares. Yo solamente les pido que lleven a todos los compañeros, con la expresión de mi fe, un saludo y un abrazo cariñoso: que les encarguen que, así como nosotros luchamos en este momento y en este lugar por lo que es el patrimonio de la dignidad y de la felicidad de todos, cada uno en su tierra, empuñando la misma bandera, con la misma mística y la misma decisión, debe esparcir entre el resto de los compañeros la doctrina de la verdad y de la justicia. Deben esparcirla con el calor y el entusiasmo que esa verdad merece. No nos interesa cuanto pueda decirse fuera del país, porque nosotros no trabajamos para más allá de las fronteras: nosotros trabajamos para el interior de nuestras fronteras. Pero nos interesa, sí, que no haya un solo argentino que no capte esta verdad de la hora; que no haya un solo argentino que por mala intención o por engaño, pueda seguir viviendo en esa quimera de la política que todo lo negó y que todo lo escarneció, para que en el futuro, en nuestra tierra, sepamos atenernos a una verdad: a la verdad verdadera que no conoce de deformaciones ni de mentiras con que hoy quiere embaucarse a los trabajadores, apareciendo como protectores aquellos que fueron el instrumento de su indignidad y de su escarnio.
Lo que hay que establecer, camaradas, es una verdad absoluta en la defensa de los mutuos intereses del régimen y del sindicalismo. El verdadero justicialismo sin el apoyo sindical estaría en peligro: pero no estaría en menos peligro el sindicalismo sin el apoyo del régimen justicialista.
Compañeros: el mundo no vive, desgraciadamente, días de bonanza y de tranquilidad. No hay día en que no corran sobre el mundo los vientos de fronda de una hecatombe que amenaza a la humanidad. Yo no temo tanto a esa hecatombe: le temo más a las consecuencias que van a sobrevenir después de ella. Nuestro régimen justicialista está abocado a la defensa de sus propios intereses, pero si esa hecatombe se produce, ha de triunfar una de las dos tendencias en pugna y no sé, después de dilucidada esa cuestión, qué días esperan a la humanidad.
El retorno a una época ya sobrepasada por nosotros o la caída en una situación de la que todos tenemos algo que temer.
Un régimen capitalista triunfante en el mundo, vendría acá en poco tiempo, a imponer sus formas, porque habría que pagar los platos rotos. El triunfo del comunismo, quién sabe qué días depararía a la humanidad, de lucha o de sometimiento. Eso sería el porvenir visible.
Nuestra tercera posición
La República Argentina, colocada en una tercera posición, nada tiene que temer a ese porvenir, mientras los argentinos estemos unidos y solidarios en la posición justicialista. No habrá fuerza suficiente, ni hay fuerza suficiente, para quebrantar la voluntad de diecisiete millones de hombres unidos en el sentimiento y en un sentido común de la nacionalidad. Pero ¡pobres de nosotros si dejamos flaquear las fuerzas de esa solidaridad! La fuerza de aglutinación que la nacionalidad tiene en el presente, la más poderosa, es, sin duda alguna, dentro del justicialismo, esta Confederación General del Trabajo, que uniendo a cuatro millones de hombres honrados, sinceros y leales, forma el núcleo de la nacionalidad, a la cual ninguna dispersión podrá hacer entrar en la disociación y en el quebrantamiento.
Eso espera el régimen justicialista del sindicalismo argentino. Por eso he dicho que si en alguna parte del mundo el sindicalismo es libre, es en esta tierra, porque el justicialismo no quiere un sindicalismo lacayo; quiere un sindicalismo amigo, compañero y solidario en la lucha, y para elegir un compañero de lucha, hay que elegir a un hombre libre y no a un sometido. Queremos millones de voluntades realizando y no millones de hombres realizando una sola voluntad.
Esta, compañeros, saben ustedes que es la realidad argentina. Por ahí dicen que las organizaciones sindicales argentinas están sometidas al gobierno. Las organizaciones sindicales argentinas y el gobierno argentino son una sola cosa, sin sometimientos y sin claudicaciones. Somos amigos que marchamos del brazo, en la concepción de una misma causa y en la realización de un mismo programa. Podrán decir todo lo que quieran, pero si el designio final de esa campaña es separarnos, pueden abandonarla, porque no nos separaremos jamás.
Para finalizar, compañeros, yo les ruego que lleven a sus pagos, con estas palabras, con estos consejos y con este cariño, el saludo a todos los compañeros, y que les digan cuánto agradezco y cuánto valoro que sean ustedes quienes van a predicar la doctrina peronista, porque sé que lo harán con sentimiento y con amor. Las doctrinas no necesitan doctos, sino hombres buenos y decentes que las difundan. Por eso sé que la doctrina peronista será perfectamente predicada por ustedes. Con ello, creo que se ha logrado el desideratum de esa acción, porque los movimientos de esta naturaleza, si bien necesitan realizadores, necesitan también predicadores. Es necesario llevar esa doctrina. Esa doctrina no es necesario ponderarla; es suficiente con exponerla. Se pondera por sí sola, porque es justa y porque es la verdad. Al hacerlo, compañeros, en cualquier parte que sea, no olviden que no tratamos de imponerle a nadie la doctrina; tratamos de entregársela, que la lea, que la comprenda; si es necesario, se la explicaremos, lo persuadiremos de su contenido, pero en ningún caso se la vamos a imponer. Nosotros, con esa doctrina, buscamos la comprensión y el sentimiento de los hombres de bien; no queremos imponerle nada a nadie. El que no la quiera practicar, recibirá sus beneficios, aún en contra de sus propias ideas y pensamientos.
Señores: al agradecer a la Confederación General del Trabajo que me haya dado la oportunidad de asistir a este Congreso como un compañero más, como cualquiera de todos los compañeros que la honran y que la llevan adelante, quiero, en este carácter de un compañero dirigente más, felicitar a este Congreso, por cuanto ustedes han arribado a conclusiones que honran al sindicalismo argentino y a la propia Patria.
Quiero también felicitarlos por todo cuanto han trabajado en beneficio del conjunto de los trabajadores argentinos, y quiero felicitar especialmente a la Comisión Directiva de la Confederación General del Trabajo como asimismo al Consejo Confederal por las conclusiones a que se ha arribado y decirles de una manera categórica y absoluta que el Estado está al servicio de las realizaciones que en el orden mutual, cooperativo o de cultura realicen los sindicatos, y que en ningún caso que un sindicato recurra al Estado en procura de una ayuda de cualquier naturaleza, no encontrará oídos sordos sino un Estado que, cumpliendo su primordial obligación, cooperará en todo lo que sea preciso para la construcción de un sindicalismo estable y poderoso dentro del país.
Finalmente, compañeros, como lo ha hecho el Congreso, quiero yo también rendir el homenaje al General San Martín diciendo que el mejor homenaje que un argentino puede rendir al Gran Capitán, es imitar su vida y su conducta. Si desde la eternidad él nos escucha, como nos guía con su eterna doctrina, ha de sentirse feliz no cuando un argentino menta su nombre sino cuando un argentino imita su vida y su conducta y, sobre todo, cuando todos los argentinos, animados por el mismo sentimiento, colocan un ladrillo más en la construcción gloriosa que él iniciara en 1816 en Mendoza; cuando juntamos una hoja más a los gloriosos laureles que él puso en nuestro escudo y en la gloria nacional; cuando cooperamos, siquiera sea con uno de nuestros actos para hacer más grande y más gloriosa esta Argentina que no salió jamás de su corazón, porque era un corazón que debemos imitar los argentinos, de grandeza, de renunciamiento y de sacrificio.
Fuente: Publicación de la Subsecretaría de Informaciones de la Presidencia de la Nación, 1950.
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