En el Salón Blanco, Perón anuncia el otorgamiento de la Medalla Peronista a Eva Perón

abrazo perón y evita

El 10 de septiembre de 1951, luego de expresar temas doctrinarios y el papel que cada uno debe ocupar en el movimiento peronista, Perón anuncia la condecoración que recibirá Evita en unos días más, el 17 de octubre de ese mismo año, otorgándole la Medalla Peronista en grado extraordinario por su entrega a la misión de amparar a los más humildes. Allí planteaba:

Nuestro movimiento, desde el comienzo de su organización, ha pasado por algunas etapas, felices unas, críticas las otras, pero ha ido conformando una tradición orgánica, que es la que nosotros, los dirigentes, tenemos especial interés en ir asentando a lo largo de la marcha de nuestro partido. En ese sentido, hemos querido dar al nacimiento de esa tradición política una marcha que sea natural, que sea racional y que sea orgánica.

Nosotros no consideramos que un movimiento político pueda, en manera alguna, realizar su organización sin cumplir las etapas básicas de esa organización. Para nosotros, el agrupar personas que tengan pensamientos y sentimientos antagónicos es la antítesis de lo orgánico, porque, lógicamente, cuando han de juntarse personas para uniformar organización y funciones, lo fundamental para asegurar el rendimiento orgánico es que esas personas que forman el elemento orgánico, que es la base de la organización, compartan los pensamientos y los sentimientos de esa organización, que solamente así puede realizarse con provecho.

Por eso dotamos a nuestro movimiento, primeramente, de una doctrina, doctrina que se ha enseñado y que se ha inculcado, y que, en consecuencia, dará una misma manera de ver, para llegar a una misma manera de apreciar, y pasar de ello a una misma manera de resolver.

El segundo asunto de esa organización es, para nosotros, dar a la masa organizada un sentido de la ética política, ya en parte lanzada con la doctrina misma, y cuyo resto deberá realizarse durante la marcha de la organización.

El tercer asunto es dar un sentido de la jerarquía a esta organización, y ese es un aspecto en el que yo quiero detenerme un breve instante y que motiva el acto que estamos realizando.

El sentido de la jerarquía en el mundo, y en todos los movimientos de orden espiritual, político, social, cultural o económico, ha sido diversamente interpretado. También ha sido diversamente discernida la jerarquía según hayan sido los movimientos que las han producido.

Generalmente lo intelectuales creen que la jerarquía corresponde solamente a los hombres sabios. Los ricos o los capitalistas creen que la jerarquía ha de discernirse a los ricos. Los comunistas creen que la jerarquía ha de discernírseles a sus sectarios, y lo monárquicos asignan la jerarquía a los nobles. De manera, señores, que desde un punto de vista particularmente sectario, la jerarquía es fácil de discernir. Cuando el hombre piensa en la jerarquía, generalmente en cada hombre hay un autocandidato a esa jerarquía. Algunos que saben mucho creen que la jerarquía debe pertenecerles a ellos. Los que tienen poder creen que es el poderoso el que ha de ostentar la jerarquía. Nosotros, dentro de nuestro movimiento, queremos dar la jerarquía solamente al que la gana en la acción. Nosotros no creemos que nadie esté en posesión de la vara mediante la cual se puede convertir a un hombre en un jerarca de nuestro movimiento, porque creemos que la jerarquía se conquista en la acción; porque creemos que cada uno se discierne a sí mismo mediante sus actos la jerarquía que le corresponde, y en el orden político nosotros creemos que es el pueblo quien puede asignar la jerarquía con mayor capacidad y con mayor sabiduría a cada uno de los hombres que han de conducirlo.

Nosotros pensamos esto porque ni la riqueza, ni el poder, ni la sabiduría son garantía suficiente para que un hombre sea honrado y capaz. Nosotros creemos que la jerarquía debe tenerla el hombre honrado y capaz. No nos interesa que sea sabio, poderoso o rico; interesa que sea honrado y capaz, y donde esté el honrado y capaz, nosotros lo buscamos para entregarle la jerarquía popular, cualquiera sea su procedencia o su estado social.

Por esa razón, nosotros, que constituimos un movimiento nuevo, explicaremos muchas de nuestras acciones combatiendo a los caudillos y a los autocandidatos de la jerarquía. Nosotros no queremos ni caudillos ni autocandidatos a la jerarquía; nosotros queremos dirigentes cuya jerarquía se ha de ir ganando paso a paso en el trabajo de todos los días, evidenciando su honradez y su capacidad en el trabajo mismo.

Nosotros no hemos combatido la jerarquización o la jerarquía de nuestros dirigentes; hemos combatido las tendencias a volver a las antiguas usanzas de fabricar caudillos que no tenían ni el grado de honradez ni el grado de capacidad necesaria para convertirse en dirigentes de nuestro movimiento. Los dirigentes están surgiendo; la jerarquía se la darán ellos mismos con su acción diaria; porque el que proceda mal, con falta de honradez y con falta de capacidad, no podrá convencernos a todos nosotros de que posee honradez o de que posee capacidad.

Nosotros iniciamos la segunda etapa de nuestra organización. Es a los organismos partidarios a quienes corresponde juzgarnos a todos nosotros y establecer con el máximo de ecuanimidad posible la razón de ser de la jerarquía que los hombres de nuestro movimiento ostentarán en el futuro y en la conducción de ese movimiento.

Cada peronista –hemos dicho– lleva su bastón de mariscal en la mochila. Es cuestión de trabajar y es cuestión de conducta, y en su oportunidad podrán utilizar, en la ostentación de su jerarquía, ese bastón de mariscal que hipotéticamente hemos colocado dentro de su mochila.

Nosotros haremos una verdadera escuela de la jerarquía. Y cuando esa jerarquía exista, cuando esa jerarquía haya sido dada por los actos de cada uno de los jerarcas del movimiento, todos los demás estaremos poniendo nuestra influencia, nuestra fuerza y nuestro carácter para hacer respetar esa jerarquía.

Hasta ahora, señores, todo habría sido prematuro. Si yo hubiera sido un caudillo a la usanza de muchos otros, habría ya discernido jerarquías a muchos de nuestro movimiento, discrecionalmente, de acuerdo con mi intención y mi voluntad. Sin embargo, jamás he movido siquiera un ojo para proceder a tal discernimiento. No soy yo quien dará jerarquía a nuestros hombres; será cada uno de ellos el que se dé a sí mismo su propia jerarquía.

Por esa razón, en un movimiento nuevo como el nuestro, yo me hubiera equivocado y habría causado un mal muy grande si, discrecionalmente, hubiera distribuido yo la jerarquía de acuerdo con mi manera de pensar o de sentir. He preferido esperar, evitar toda demostración jerárquica en nuestro movimiento hasta ahora, en que nosotros empezamos a conocer a todos y todos estamos observando cómo actúan nuestros compañeros, viendo en su acción la honradez que ponen de manifiesto y la capacidad que demuestran en el trabajo que realizan. Ellos están en el proceso de la jerarquización. Llegará un momento en que todos podremos decir: «Fulano de tal es capaz y es honrado para ese cargo». Entonces lo señalaremos, honradamente también nosotros, para que lo ocupe; cada uno donde pueda ser más útil al movimiento y donde pueda producir un mayor bien al país. Ese será el jerarca que ambicionamos y el jerarca que podrá progresar dentro de nuestro movimiento.

Es por eso, señores, que una de las más altas cualidades que puede poseer un hombre en nuestro movimiento, en los actuales momentos, es el renunciamiento. Para nosotros, la abnegación es la escuela en la cual debemos templar nuestro espíritu y formar nuestro carácter; en esa abnegación, en el desprendimiento total de toda cuestión personal, en el desprecio por los honores, respecto de los cuales hemos establecido que conviene más merecerlos que disfrutarlos.

Es dentro de esa escuela de humildad en que estamos formando nuestro movimiento, que yo he querido poner en evidencia, en este acto sencillo –como deben ser sencillos todos los actos que realicemos nosotros–, un gesto que el movimiento peronista y yo, en su representación, no podemos silenciar ante la masa de todos los argentinos que apoyan nuestra bandera y que siguen nuestra causa. He querido, con motivo de la renuncia de la señora presidenta del Partido Peronista Femenino, no dejar pasar el tiempo y las circunstancias sin tomar, por parte del movimiento mismo, en su representación simbólica y en su representación real, por el Partido Peronista Masculino, el Partido Peronista Femenino y la Confederación General del Trabajo, la resolución de solicitar a la Orden de la Medalla Peronista una consideración especial al gesto de la señora de Perón, quien habiendo sido proclamada públicamente, primero por una concentración, el 22 de agosto, y después por los partidos que forman nuestro movimiento, ella, finalmente, considerando que puede servir más al partido y a nuestra doctrina, que puede ser un ejemplo más constructivo para la conducta de todos los peronistas en el futuro, ha creído conveniente, como una ciudadana libre, sin presiones de ninguna naturaleza y sin consejos que no fueran los de su propia conciencia, renunciar a la candidatura a la Vicepresidencia de la Nación para ofrecerla a otro peronista, prefiriendo ella mantenerse en su anónimo puesto de trabajo, donde, según su concepción y su conciencia, puede ser más útil al pueblo argentino, por el cual vivimos y por el cual luchamos.

El Consejo de la Orden, haciéndose eco de nuestra solicitud en conjunto, ha resuelto conferir a la señora de Perón la Medalla Peronista en grado extraordinario, y la ha asignado mediante una orden que voy leer para hacer efectiva el día 17 de octubre próximo.

Juan D. Perón. Obras completas, Editorial Docencia, tomo 14.

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