Cuando el general Perón volvió al país, después de su injusto exilio, su estado de salud no era bueno. El General sabía que ofrecía sus últimos años como prenda de paz para todos los argentinos y que la tarea de gobierno acortaría sus días.
El 28 de junio de 1973 los doctores Jorge Taiana, Pedro Cossio y Osvaldo Carena, lo habían atendido por una obstrucción coronaria que volvió a repetirse el 21 de noviembre.
El informe de Cossio, Liotta y Taiana hablaba del agravamiento de una afección bronquial pero el compromiso cardíaco era inevitable, a pesar de lo cual el General llevaba adelante una actividad intensa: en el mismo mes de noviembre, suscribía en Uruguay el Tratado del Río de la Plata con el presidente Bordaberry, poniendo punto final a discusiones de años entre los dos países.
El 6 de junio, el general Perón visitó el Paraguay, país al que siempre agradeció haberle dado amparo cuando el golpe de Estado de septiembre del 55 había usurpado su gobierno. Ese viaje resultó fatal ya que una llovizna persistente cubría el cielo del país hermano y el General se mantuvo de pie en la cubierta de la nave que lo había transportado mientras era recibido con salvas de cañón.
Su salud se agrava y el 1º de julio, mientras en la planta baja de la Residencia de Olivos, estaba reunido el Gabinete nacional, hace crisis y le dice a Zulema Fernández, gobernanta de la Residencia, quien tuvo el privilegio de acompañarlo y cuidarlo hasta el último momento: “Me voy, hija”.
Ella, desesperada al verlo caer hacia atrás en la cama, comenzó gritar y subió el doctor Taiana que participaba de la reunión de Gabinete. Los intentos por revivirlo fueron vanos. Juan Domingo Perón dejó de existir a las 13.15 horas.
Su esposa anunció al país, con la voz quebrada, esa trágica noticia:
“Con gran dolor debo transmitir al pueblo el fallecimiento de un apóstol de la paz y la no violencia”.
El cuerpo del amado general Perón fue llevado a la Catedral Metropolitana en donde se celebró la misa de cuerpo presente y desde allí al Congreso de la Nación. El féretro se instaló en el Salón Azul y la multitud llorosa y consternada, esperó formando colas interminables para darle su último adiós bajo una fina llovizna.
Un mensaje del Consejo Nacional del Partido Justicialista expresaba:
“Para nosotros, sus discípulos y sus soldados, Perón no ha muerto ni morirá jamás”. (…) “En esta hora de dramática adversidad los peronistas, sus descamisados, sus niños y sus jóvenes, sus obreros, sus mujeres y sus hombres, debemos juramentarnos para alcanzar la unión y la organización que harán grande en el tiempo toda la lucha de Perón.”
Las palabras “dolor”, “luto”, “pena”, “soledad”, “desesperanza”, no alcanzan para expresar lo que sentimos todos los peronistas ese trágico 1º de julio. Es por eso que elegimos, como una oración, repetir las promesas de un poeta:
“Porque fuimos sus fieles seremos sus custodios,
unidos por la fuerza vital de su memoria.
Porque somos su Pueblo seremos su milicia,
hasta que rompa el alba de la nueva victoria”
¡Gloria, honor y descanso eterno al general Juan Domingo Perón!
Comisión Nacional
Permanente de Homenaje
al Teniente General
Juan D. Perón