Cuando asumí la Presidencia de la República, y anuncié mi propósito de proyectar y realizar un Plan Quinquenal de Gobierno, me encontré con la insólita sorpresa de que en este país no existía ninguna organización encargada de realizar un plan de gobierno, que tampoco en el siglo y medio de vida de la Nación se había proyectado jamás un plan de acción gubernativa y que las obras y trabajos públicos se efectuaban a remolque de las circunstancias, de tal suerte que los dineros del pueblo se invirtieran sin ninguna previsión.
Sin otros elementos de trabajo que los estudios realizados por el Consejo Nacional de Posguerra, sin una información estadística veraz, desde que toda esa información partía de la cifra de población equivocada, sin poder acudir a ningún archivo que hubiese documentado los petitorios del pueblo, ni sus necesidades; sin ningún otro medio que la improvisada buena voluntad de algunos colaboradores y mi propósito firme y decidido de hacer un primer plan y realizarlo, nos pusimos a la tarea de realizarlo y lo hicimos en los tres meses de labor que suceden a mi llegada al Gobierno.
Ni siquiera intenté la creación previa de los organismos de planeamiento que habitualmente realizan los trabajos de información necesarios para la elaboración de un plan técnicamente perfecto.
Ello hubiese demorado la iniciación de los trabajos y, por otra parte, una vieja experiencia enseña que el mejor plan es aquel que se realiza, aunque no sea tan perfecto.
Preferí, por todo ello, preparar el plan, presentarlo ante el Congreso y de inmediato comenzar su ejecución.
Recuerdo, a solo título de anécdota, que la oposición manifestó que ellos se reían «de quienes no se reían del Plan Quinquenal», porque no solo era un plan irrealizable, sino que no había ni siquiera «la intención de realizarlo». Vale decir que se trataba de un aparato montado para engañar al pueblo…
La Nación entera sabe ahora que, a pesar de todas las dificultades que me obligaron a trabajar personalmente durante muchos días y en largas jornadas, el Primer Plan Quinquenal, con todos sus inconvenientes, ha sido cumplido en la medida de nuestras posibilidades y recursos, y que en no pocos rubros han sido superadas sus mismas previsiones.
Setenta y seis mil obras, cuya documentación total ofrezco al país entero sin ninguna reserva, y que, por otra parte, el pueblo ve sin necesidad de propaganda, están diciendo claramente que hemos cumplido.
Además, el pueblo argentino nos ha probado con su arrollador aporte electoral que no se siente defraudado porque no ha sido engañado por nosotros. A más de cinco años ya de la presentación al Congreso y al pueblo de la República del Primer Plan Quinquenal, nosotros podríamos volver sobre la anécdota de nuestros críticos de entonces y recordarles el viejo refrán que dice que quien ríe último ríe mejor.
El Primer Plan Quinquenal y su contenido de Independencia Económica, de Justicia Social y de Soberanía Política es ampliamente conocido en sus términos generales y no quiero volver sobre ellos.
Insistir llegando al detalle de la obra realizada sería tarea prácticamente imposible. Si le dedicásemos solamente un minuto a cada una de las obras efectuadas durante cinco años, deberíamos hablar por espacio de más de mil doscientas horas, y yo prefiero ahora hablar de lo que debemos hacer, más que de lo realizado, porque entiendo que el país entero debe aprestarse a realizar un extraordinario esfuerzo en los próximos años, si quiere consolidar su grandeza y asegurar al pueblo la felicidad que ahora posee.
Por eso he decidido tomar nuevamente bajo mi dirección personal todos los trabajos del Segundo Plan Quinquenal.
Paralelamente a las tareas de ejecución del Primer Plan, organicé el Ministerio de Asuntos Técnicos y, en él, la Dirección Nacional de Planificación, el Consejo Nacional de Planificación, y el Consejo Federal Coordinador de Planes de Gobierno, a fin de que realicen la tarea informativa y de control de los planes de gobierno.
Oportunamente, por medio de la organización de planeamiento citada, impartí las instrucciones del caso, a fin de que todos los ministerios preparasen sus planes parciales. Al mismo tiempo, las provincias y territorios, debidamente representados en el Consejo Federal Coordinador, elaboraban sus planes de labor futura.
Por primera vez en la historia del país, los gobiernos provinciales y el Gobierno Nacional dejarán a quienes los sucedan planes concretos y reales de acción, de tal manera que los nuevos responsables de la tarea gubernativa no tendrán que empezarlo todo. Y no se alterará la continuidad en los trabajos públicos, como sucedía antes, cuando cada gobierno trataba de hacer el mayor número posible de gastos, indiscriminadamente, dejando a su gobierno sucesor en la mayor orfandad…
Para nadie es un secreto que antes de nuestra movimiento un gobierno gastaba y el siguiente pagaba las deudas.
¡Nada hubiese sido si el que gastaba lo hubiese hecho bien! ¡Lo malo era que se gastaba con finalidades políticas o en beneficio de los pocos que mandaban!
Así veíamos, por ejemplo, cómo los caminos bien arreglados eran los del candidato local o los de algún estanciero bien vinculado.
Las obras que se realizaban entonces obedecían a las necesidades de asegurar tal o cual sección electoral o a la de apuntalar el prestigio de algún dirigente.
Anualmente se presentaban miles de proyectos en las Cámaras Legislativas, y aún hoy suele hablarse del proyecto tal o cual mencionando el nombre del legislador que lo presentó como bandera de su campaña electoral.
Hace poco tiempo un partido opositor declaró su paternidad sobre una obra pública recientemente terminada porque un diputado de esa fracción política había logrado hacer aprobar la ley correspondiente en 1917 ¡Como si el mérito de una obra pública residiera tanto en realizarla como en proyectar la ley!
Los legisladores del movimiento peronista no han hecho política con proyectos. Han preferido trabajar en la sanción de las grandes leyes básicas de la Nación y los cinco años precedentes han sido los más fructíferos del Congreso Nacional.
La gestión de las obras locales ha sido en cambio elevada a los organismos de planeamiento, a fin de efectuar los estudios previos para una adecuada distribución de trabajos y de fondos, a fin de que los dineros destinados a obras públicas fuesen distribuidos equitativa y racionalmente.
En la tareas de elaboración de Segundo Plan Quinquenal, y respondiendo a mi deseo de conocer «lo que el pueblo argentino necesita», distintas comisiones técnicas de la Presidencia de la Nación han recorrido el país desde un extremo al otro recogiendo las opiniones y expresiones públicas y privadas, especialmente de los sindicatos obreros y aun de las personas cuya inquietud individual ha sido también atendida de acuerdo con nuestro lema justicialista de gobierno que quiere hacer sólo lo que el pueblo quiera.
La información recogida es extraordinariamente numerosa e importante, y ya ella bastaría para requerir nuestro esfuerzo durante los próximos cinco años.
No obstante ello, deseo hacer un llamado final a las personas e instituciones, y de manera muy especial a los sindicatos de trabajadores, para que antes de 31 de diciembre remitan a la Presidencia de la República sus petitorios e inquietudes, a fin de ser debidamente estudiados. Toda correspondencia debe ser enviada a la calle 25 de Mayo 11, Capital Federal.
Fiel a mi lema «Mejor que decir es hacer y mejor que prometer es realizar», quiero advertir al pueblo que no todas las obras necesarias y que se soliciten podrán ser quizás efectuadas; pero sí puedo asegurar que la planificación, sobre la base de nuestra actual información y de los pedidos de la población misma, nos permitirán efectuar una racional y justa distribución de las obras, de tal modo que no haya en esta tierra zonas de argentinos hijos y zonas de argentinos entenados.
Por el contrario, y siempre dentro de nuestro afán justicialista, iremos con un mayor esfuerzo a las zonas menos favorecidas, lejos de las capitales, que hasta ahora han recibido los mayores beneficios, porque los gobiernos han querido frecuentemente tapar con lo que tenía a la vista las miserias y desastres del resto de la Nación o de la provincia.
Hago, por fin, un llamado a todos los argentinos de bien a fin de que pongan el apoyo de su idea y de su esfuerzo a nuestros trabajos actuales de planeamiento, a fin de que el Segundo Plan Quinquenal sea el de todos y para todos.